
Hay en estos días una insistente campaña para instalar que tanto en Once
como en Castelar los únicos culpables de las tragedias fueron los
maquinistas. El mecanismo que utilizan es muy evidente para quienes
hemos estudiado lo que ocurrió allí, pero no tanto --quizá-- para el
público desprevenido. Consiste en que todo gire alrededor de si los
frenos funcionaban o no. En este sentido, si las pericias determinan que
estaban en condiciones, se llega inmediatamente a la conclusión de que
el maquinista es el culpable y, por lo tanto, el Gobierno es
completamente inocente y, por lo tanto, los familiares, medios y
periodistas que le dimos visibilidad al tema somos unos canallas. Es
todo muy vil. En principio, los familiares nunca dijeron que los
maquinistas no fueran culpables: en todo caso, sí destacaron que
laburaban en un contexto donde la repetición de accidentes era una
constante --algunos de ellos con muchas víctimas fatales--, el maltrato a
los usuarios era escandaloso y la corrupción, infame. El único
pronunciamiento judicial que existe hasta ahora, es el del juez Claudio
Bonadío que dedica cientos de páginas a probar la corrupción en el área y
por eso procesó a funcionarios y empresarios. Esos procesamientos
fueron confirmados por la Cámara Federal. Hace treinta años que hago
periodismo. Nunca me tocó ver --en democracia-- una tragedia con tanta y
tan clara responsabilidad del Estado en su génesis. Durante las últimas
décadas, un sector de periodismo se acostumbró a acompañar a familiares
de víctimas: de la dictadura, de la AMIA, de Cromagnon, de Lapa, de
María Soledad Morales, del soldado Carrasco, de Mariano Ferreyra. Hemos
aprendido mucho de ellos. No se trata de avalar todo lo que dicen o
piensan. Pero sí de escucharlos, de respetarlos y, en la medida de lo
posible, de acompañarlos. Muchas veces, los ojos del dolor ven más y
mejor los problemas de nuestro país. Además, los familiares gritan lo
que solo se escucha cuando las cosas se dicen en voz alta. Omar Chabán
no fue quien incendió Cromagnon: el culpable fue el que tiró la bengala.
Pero hubo alguien que metió ahí más gente de la permitida, que no
destrabó la puerta, que no puso material ignífugo, que coimeó a la
policía. Y alguien que no controló. En las tragedias ferroviarias, el
maquinista puede haber frenado o no: pero hubo alguien que permitió que
durante años y años la gente viajara como viaja al borde de la muerte, y
que posibilitó que se robaran los subsidios a través de empresas
fantasmas, y macarteó a los que protestaban por lo que ocurría, y detuvo
inocentes. Y, entonces, aun cuando haya habido responsabilidad de los
maquinistas, las tragedias fueron mucho peores y las muertes mucho más
numerosas.
En estos días, ha tomado notoriedad un abogado, Gregorio Dalbón, a quien
el kirchnerismo hasta hace poco calificaba como un carancho y ahora le
concede largos minutos de aire. Lo identifica como "el abogado de las
víctimas". No lo conozco. Lo único que puedo decir es que desde que se
produjo el accidente, muchos de los familiares me aclararon que él no
los representaba. Dalbón está diciendo que los únicos responsables son
los maquinistas.
En el día de hoy, María Lujan Rey una de las líderes de los familiares, difundió algunos tweets al respecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario