Por Diego Cabot.
Sólo cabe una fórmula para el Gobierno ante un nuevo accidente en Once:
asumir las culpas. Como jamás saldrá una voz de autocrítica de una boca
kirchnerista, no queda otra que hacer silencio, aunque sea por respeto a
los pasajeros que se amasijan a diario en los trenes. Una vez más, la
Argentina se despertó con fierros viejos y retorcidos en un andén. Eso
sí, están pintados.
Aún no se sabe qué pasó. Si fue el
maquinista o si fue una falla mecánica. En ambos casos no se licúa la
responsabilidad estatal. Hace décadas que está disponible en el mundo la
tecnología para detener remotamente una formación ante una falla
humana, pero el tren Sarmiento aún no la instaló. Entre 2006 y 2007, el
"poliedemandado" ex secretario de Transporte Ricardo Jaime licitó la
obra.
Pero la inflación que este Gobierno niega mes a mes licuó
el precio de la adjudicación y la ecuación financiera se rompió. El
actual ministro del área, Florencio Randazzo, rescindió aquella
licitación en julio de 2012. Hasta ahora ese proyecto fundamental no es
más que un expediente. Era una obra que se terminaba en 24 meses;
pasaron más de seis años y no se puso un solo tornillo.
Así las
cosas, a los miles de usuarios que a diario se trepan a los vagones del
ramal sólo el azar los separa de una tragedia. No es necesario que el
maquinista sea un imprudente para que ocurra un siniestro. Cualquier
indisposición física de quién lleva los controles de una formación deja
en manos del destino a todos los pasajeros. Todo el mundo resolvió ese
enorme riesgo con tecnología y planificación. La Argentina optó por otra
solución: cruzar los dedos para que nada ocurra. Pero las cosas
ocurren. Y los pasajeros mueren.
Hace 10 años que la política
ferroviaria está manejada por el kirchnerismo, nueve de ellos el
responsable mayor de lo que sucedía en los rieles argentinos fue el
actual ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Debajo de él se
escuchaban las risas cómplices de funcionarios, empresarios,
contratistas y sindicalistas.
Se tuvieron que morir 51 personas
para que la Casa Rosada reaccionara. Asumió Randazzo no sin antes
despedir al anterior secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, en
medio de aplausos.
Nadie en el oficialismo pronunció una sola
voz que suene a autocrítica. Al contrario, prometieron una "revolución
ferroviaria". Fue una década nefasta para los trenes, al punto que el
Gobierno tiene vergüenza de cobrar las monedas que vale el pasaje. Se
viaja gratis; sonroja cobrar por semejante servicio.
Hace
minutos, en la página del Ministerio del Interior se podía leer un
textual que Randazzo pronunció esta semana en Tucumán. "Estamos frente a
un momento histórico de la recuperación del ferrocarril en nuestro
país, invirtiendo fuertemente en la incorporación de nuevo material
rodante, renovando el existente, readecuando la infraestructura
ferroviaria y cambiando vías", dijo. Quizá sería mejor callar. Y asumir
las culpas.
FUENTE:
La Nación.
Por Diego Cabot.
Twitter: @diegocabot
19 y 20 de octubre de 2013.
Imágen: La formación Chapa 5 de la línea Sarmiento, que ayer chocó en la estación de Once. Foto: LA NACION / Silvana Colombo.
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